Crónicas de pasos

La esperanza de las escaleras

Quizás no sea casual encontrarse con elevaciones. Gente que no pisa el suelo, sino que flota en transparencias y van armando mundos manuales. La nobleza de los oficios, ha dejado en la memoria humana, el prestigio de lo pequeño, el arte de las manos. Una planicie que se transforma cuando la mente dibuja y el aire crece. Ya nada será igual.

Kurosawa desde una butaca vacía del cine de Stanford, llorará de emoción. Nadie verá el rocío de sus lágrimas, solo quedará una nube levemente oscura sobre el rojo terciopelo de la butaca. En Turquía, India o Malasia, alguien sentirá sobre su brazo una brisa de cosquillas. Un mándala de henna que atravesará el aire y el Pacífico rondará por su mirada.

La bondad humana está en las manos, en la artesanía de los días. Ejercitarla es abrir el mapa de la esperanza, descifrar los signos invisibles.

Estamos habitados de magia, de unicidad y misterio. La fe de no tener fe, nos ha mutilado desde que la pequeña pequeñez aceptó lo inaceptable. Ahora parece difícil salir del laberinto.

A veces la vida para, nos aleja de todo lo que fluye. El tiempo finge detenerse. Ahí la llave brilla, como un sol para que podamos tomarla y significarla. La distancia entre los objetos es una ilusión de separación aprendida.

Los mensajeros andan subidos a sus escaleras plegables y desde la verticalidad no hay caídas, sino equilibrios. Nuestros pies se elevan, abrazan nuestras alas. La apertura del círculo de luz alumbra nuestra cueva y nos despertamos soñando profecías.